Los humanos nacieron como una especie ciborg, simios con prótesis culturales y técnicas. Los ciborgs sufren una melancolía fruto del desarraigo: sienten nostalgia de un mundo natural al que no pueden volver.
La melancolía es un estado característico de la modernidad cultural –de una época que se pensó a sí misma como exilio y ruptura con la tradición– que se universalizó con la imprenta y los viajes. Entre la naturaleza y la cultura, entre la ciudad terrestre y la utópica, entre la técnica y la imaginación, el espacio de los ciborgs lo definen metáforas como «frontera», «peregrinaje» o «nomadismo», es decir, lugares de metamorfosis continua, de diversidad de lenguas y gentes, lugares de exilio.
La figura más representativa de la modernidad es Moisés: cruza el desierto huyendo del pasado, pero no le está permitida la entrada en la tierra prometida. De ahí su desacoplamiento con la realidad, su conciencia de vulnerabilidad. Pero su melancolía, siendo ya moderna, tiene otros sabores contemporáneos: la que genera un mundo de artefactos, imágenes y relatos a veces utópicos y a veces insoportables.