Felipe Ossa soñaba de joven con ser un gentil ocioso, un exquisito diletante que viviera de la renta, amante el arte y la literatura. La voluble diosa Fortuna y las vicisitudes de la existencia no se lo permitieron. A los dieciocho años comenzó a trabajar en la Librería Nacional y allá aprendió el oficio de librero, que ha ejercido con pasión y sin pausa durante casi sesenta años.
"Mi vida y la de la librería se confunden en una sola", dice el decano de los libreros colombianos. Estas memorias son su declaración de amor a los libros, a la lectura, a la biblioteca y a sus maestros, incluido su padre, quien también fue librero.
En estas páginas, revisitadas y actualizadas por él para esta edición, recuerda los textos que marcaron su niñez y juventud, comparte anécdotas de su oficio y de su relación con autores, editores y lectores.