La primera vez que Lía ve el mar, le parece horrible, horrible. Y el mar se queda preocupado. Pero con el correr del tiempo van teniendo otros encuentros, reuniones en las que Lía comienza a conocerlo, a entrar en confianza, a verlo como una amiga más, para terminar sintiendo que puede fundirse en él como si fueran una misma gota de agua.
Lía y el mar tienen una relación fuerte, intensa, que sube y baja como las olas. O como la vida misma.