La globalización de los mercados les está abriendo oportunidades
amplias de ascenso en el bienestar material a
los pueblos asiáticos, y ellos la están aprovechando más
que otras regiones. Gran parte del continente ha entrado
al siglo xxi con un ímpetu productivo y de transformación
social que refleja su capacidad de modificar las posiciones
en el sistema internacional, estructurado en los últimos
siglos bajo los intereses de las potencias europeas y, desde
la segunda guerra mundial, por el ejercicio hegemónico
de Estados Unidos. La principal fuerza en la modificación
de las relaciones económicas globales proviene de un Asia
renacida y más vuelta sobre su pasado, como mecanismo
generador de identidad respecto al modelo social, político
y económico euroamericano.
China, India y Japón son tres exponentes del renacimiento
asiático, y en esa condición son sociedades que se
esmeran por vincular a sus procesos de transformación social
y productiva, a largo plazo, los conocimientos externos
a la propia base experimental y teórica, labrada a lo largo de
siglos de búsqueda y aplicación de resultados. En mayor o
menor medida han sido centros connotados de elaboración
práctica y teórica en astronomía, medicina, matemáticas,
arquitectura, óptica o metalurgia.