Un libro único, épico, grandioso, que forma parte del imaginario colectivo.
Moby Dick es un libro inolvidable que forma parte del imaginario colectivo de varias generaciones de adolescentes y adultos de todo el mundo. Un libro único, épico, grandioso, una lectura sublime de la cual podemos extraer mil y una reflexiones, asà como varias capas de interpretación, ya que nos encontramos ante una obra que no es una mera historia de aventuras —aunque lo es—, sino más bien una epopeya en prosa que despliega toda una filosofÃa de vida a través de una de las plumas más excelsas de la literatura universal, la de Herman Melville, posiblemente el mejor escritor estadounidense del siglo XIX, junto a Edgar Allan Poe y Mark Twain. Un relato extraordinario en el que disfrutaremos de las andanzas que narra Ismael, uno de los tripulantes del ballenero Pequod, en pos de Moby Dick, un gigantesco cachalote blanco que en su dÃa, tiempo atrás, amputó, en un terrible enfrentamiento, la pierna del capitán Ahab, un veterano de los mares, obsesivo, fanático y vengativo, que lleva más de cuarenta años embarcado sin apenas pisar tierra, con una simple idea en la cabeza: aniquilar a Moby Dick.
(Re)descubren una epopeya en prosa que despliega toda una filosofÃa de vida a través de una de las plumas más excelsas de la literatura universal !
FRAGMENTO
No obstante, considerándolo frÃamente, ¿no parecÃa una idea loca que en el vasto océano una ballena solitaria fuese susceptible de ser reconocida por su cazador como si fuese un muftà de barba blanca por las atestadas calles de Constantinopla? Pues sà porque la peculiar frente y joroba blancas de Moby Dick eran inconfundibles. «¿Y no he marcado a la ballena —murmuraba Ahab cuando soñaba despierto tras escudriñar sus cartas hasta después de medianoche—, no la he marcado? ¿Se me va a escapar? ¡Sus aletas están perforadas como la oreja de una oveja extraviada!» Y su demencia se lanzaba a una carrera hasta que le fatiga y de tanto cavilar lo agotaba y trataba de recobrar sus fuerzas al aire libre, en cubierta. ¡Ay, Dios! ¡Qué tormento soporta el hombre que se consume con un único deseo de venganza no satisfecho! Duerme con las manos apretadas para despertar con sus propias uñas ensangrentadas en las palmas.