Escribe Ricardo Avenburg al comienzo de su libro: "Concepciones diferentes no suponen una guerra sino un intercambio de conceptos que, esté uno de acuerdo con ellos o no, invitan a pensar. Creo que una característica de mis trabajos es que no tiendo a bajar línea". Y al dialogar con Strachey escribe: "Yo no sé si interpreto o no, hago lo que me sale, mi trabajo es sucio, sólo me¬tiéndose en el barro uno puede descubrir la riqueza de la vida".
Así, sin bajar línea y metiéndose en el barro de la vida, dialoga con Jacques Lacan [Sobre el Trieb de Freud y el deseo del psicoanalista], con Donald Winnicott [La capacidad de estar solo], con Karl Abraham [Discusión al trabajo "Comienzos y desarrollo del amor objetal"], con Sabina Spielrein [La destrucción como causa del devenir], con James Strachey [La naturaleza de la acción terapéutica del psicoanálisis], con Ernst Jones [Para rescatar al simbolismo del olvido], y con otros maestros del psicoanálisis como Pichon Rivière o teóricos como Eduardo Grünner. Además desarrolla sus propias ideas sobre temas esenciales del psicoanálisis y de la vida, reflexionando sobre su relación con el psicoanálisis, los sueños, la adolescencia, la identidad, la intimidad, el narcisismo, la libido, el encuadre, la técnica y muchas cuestiones más.
Y agrega Avenburg una experiencia de lo que aprendió viviendo: "No perder la capacidad de juego. No jugar en el sentido común de jugar sino el placer de jugar, el placer de jugar con los concep¬tos, el placer de jugar libremente en el nivel teórico y por supuesto el juego con los pacientes".