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Osadía en la sangre

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Cuando vi que el metro se acercaba por el túnel salté. Por un segundo temí haber tomado una decisión errónea; mi pecho se contrajo, mi cuerpo se heló por completo desde mis mejillas hasta los dedos de mis pies, sentí cómo mi corazón dejó de latir y volvía a hacerlo a mil por hora, volví a respirar cuando caí en el andén del otro lado justo a tiempo para cuando el metro se detuvo, me subí en él y me despedí del tipo que pateaba y maldecía.