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Pensar la religión

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En el horizonte de estos tiempos agitados, la problemática tocante a la religión ha irrumpido con insistencia en el primer plano de la actualidad. No es tan solo una cuestión académica, sino uno de esos temas con implicaciones sociopolíticas nacionales e internacionales que levantan pasiones enconadas, ante los que casi nadie permanece indiferente. Unos y otros toman partido. Un hecho que llama la atención es la fuerza con que, últimamente, salen a la luz no pocos antagonistas de las creencias y las instituciones religiosas. Así ocurre también en España, en ocasiones de manera un tanto sectaria, con escasa información y lejos de la altura intelectual requerida para abordar con suficiente competencia el necesario debate. Esta obra entra de lleno en ese debate.

Los capítulos del libro se hallan agrupados en tres partes. En la primera, compendio y someto a examen los argumentos en contra de la religión, en una mirada panorámica al contexto actual de notorios intelectuales conocidos por hacer apología del ateísmo, unos pertenecientes a los dominios de las ciencias, otros al ámbito de la filosofía en un sentido amplio. Al tratar sobre esto, someto a revisión la reiterada e irresuelta polémica entre ciencia y religión, para comprobar que casi siempre se resiente de un mal planteamiento por ambos lados. En efecto, sorprende el paradójico uso anticientífico de la ciencia y el dogmatismo habitualmente reinante, que impide todo verdadero diálogo.

En la segunda parte, al adentrarme en la búsqueda de las bases teóricas, tomo como punto de partida el hecho de que la religión, en su significado más general, constituye un comportamiento propio de la especie humana, expresado en diferentes registros. Por lo tanto, conviene indagar, en primer lugar, su anclaje bioantropológico, es decir, el enraizamiento de la religión en la naturaleza humana, entendida como resultado de la evolución biológica. Es imprescindible, además, centrarse en la religión como sistema sociocultural, con su estructura, funciones y evolución, puesto que la condición humana solo se realiza en el terreno de la historia y despliega sus configuraciones por medio de la cultura. No cabe obviar ni omitir que, más allá de los genes y más acá de las personas, existen sistemas culturales y se da una evolución cultural. Al mismo tiempo, conviene observar el modo como opera la religión a escala individual, pues el individuo no se limita a ser un espécimen de la especie natural, ni tampoco un clónico socio de