La característica principal de la prosa de Pushkin, en general —y de esta obra en particular—, es la brevedad y simplicidad de la presentación, de la cual no se puede borrar una sola palabra, porque cada una de ellas es necesaria. Cada pequeño detalle conduce a algo relacionado con todo lo demás.
Escritos en el otoño de 1830 en la hacienda familiar de Bolshóie Bóldino —uno de los períodos más creativos en la vida del escritor—, los relatos del ficticio Iván Petróvich Belkin constituyen un hito en la consolidación de la prosa literaria rusa. Cada uno de ellos está impregnado de una atmósfera especial y pone en tensión distintas tradiciones estéticas: el romanticismo, el sentimentalismo, el fantástico, el realismo.
Su estilo conciso y ágil, así como su composición y amplitud temática, harían de ellos una referencia inevitable para los escritores del llamado Siglo de Oro de las letras rusas.