Hablar de amor es político. Y cuando se habla de amor también se habla de política. El feminismo es hoy la gran y única revolución, gracias a su autonomía intelectual y cultural. No se trata de esconder el amor, sino de dejar de usarlo en contra de las mujeres. Cambiar la política es cambiar la idea conservadora y nociva del amor. El machismo juzga a las mujeres por amor. Las somete a la violencia por amor. Les quita tiempo y dinero en nombre del amor.
El sistema amoroso y sexual no tolera la potencia del deseo por fuera del monopolio hegemónico masculino. Por eso, la clavada del visto, el sexo carilina (apenas un escalofrío que se limpia tras un estornudo), el desprecio y el desgano son formas de humillación (si bien no equivalentes a la violencia) que generan un dolor y una culpabilización nueva. Se trata de cambiar el amor, no de negarlo. Ni de que nos lo nieguen.
La revolución feminista enfrenta la violencia, el abuso y la discriminación. La reacción machista amenaza a las mujeres que no quieren pagar el precio que se les pide por el amor y las condena a quedarse sin amor como precio. Y a lxs que frenaron las imposiciones sobre su deseo y que, si no aceptan ser deseadxs a la fuerza, tampoco pueden disfrutar de la fuerza de ser deseantes.
¿Por qué se trata peor a las víctimas de violación que a los violadores?
¿Por qué se juzga a aquellas mujeres que logran trabajar, amar y seducir después de ser violadas?
¿Por qué se destrata a las que buscan un encuentro, mandan mensaje o invitan a salir?
La venganza sobre las mujeres y disidencias sexuales por cuestionar el pijocentrismo en el que giró, hasta ahora, el deseo es hacerlxs sentir abusables o incogibles.
La irrupción del aislamiento social por Covid-19 impuso un corralito sexual. La cuarentena deja efectos que van más allá de la pandemia y desnuda la precarización sentimental del machismo asustado. El desafío que nos deja el distanciamiento emocional es recobrar la valentía del encuentro, sentir la piel antes del descarte y hacer de las nudes y los textos un sexo nuevo.
Sexteame es un libro que no espera, avanza, pide, escribe y se manda.
El hogar como opresión es un modelo que atrasa y frente al que no hay vuelta atrás, pero las familias cooperativas, los hogares diversos y la nueva apuesta al amor son formas de subversión al disciplinamiento de la soledad como forma de dispersión.
La apuesta a una amorosidad cuidada, un erotismo hereje, una afectividad sin crueldad son paradigmas que no aceptan ir para atrás y que motorizan algo más que un bienestar individual: la pasión como potencia política de una revuelta que tiene el deseo como motor político y personal.
El desafío es no volver, nunca más, a una cajita feliz para encerrar a las mujeres en el hogar, es hacer raíz en una forma de amor de sexo, texto y amor.
Sexteame es un libro que apuesta al deseo latente.
Luciana Peker