Muy admirado y respetado Señor,
Permítame que empiece por mencionar los dilemas y perplejidades que, en mi condición de mujer, he tenido que vencer antes de tomar la decisión de escribirle. ¿Puede una mujer soltera, sin desdoro de su reputación, confesar al autor que acaba de leer y que admira el deseo que tiene de conocerle, aunque solo sea de forma epistolar? Si esta mujer vive en París, ciudad que tuve oportunidad de conocer hace casi dos décadas, no creo que la respuesta a esa pregunta deba ser negativa. Pero sin duda la situación cambia si se trata de una provinciana…
En el presente libro, la ficción que nos propone a Gustavo Flaubert como imaginario corresponsal de una dama colombiana se nos presenta como un sutil y delicado juego entre imaginación e Historia —historia de una vida e Historia de un país—, en el que la imaginación, sin abandonar la historia, reorganiza y modifica sus elementos dentro de una lógica interna distinta pero igualmente coherente.
(Del epílogo de G. Villarroel)