La vida de Friedrich Nietzsche (Röcken, 1844-Weimar, 1900) está marcada, de principio a fin, por un aura inequívocamente romántica. En efecto, su temprana genialidad intelectual, llena de fulgurantes intuiciones sobre los presocráticos y la decadencia griega posterior a Sócrates (El nacimiento de la tragedia, 1872) obtuvo como recompensa la hostilidad y el desprecio de los medios universitarios y académicos oficiales. Además, este filósofo de la vida fuerte, plena y derrochadora fue asediado desde muy pronto por una enfermedad que ya no le abandonaría hasta el dramático episodio de Turín y los diez años de silencio que siguieron hasta su muerte. Maestro como pocos de la lengua alemana y fustigador de los incontables «ídolos» de la existencia humana, Nietzsche es, sobre todo, un genial creador de enigmas (la muerte de Dios, el superhombre, el eterno retorno...) capaces de suscitar materia de reflexión para los próximos siglos