Más verdad y menos códigos culturales.
Adama agradece toda su valentía al país que la vio nacer y nunca renegó de sus raíces.
Ignoró todo lo que había que ignorar y de las miradas perversas nunca habló.
Luchó por sus dos verdades: sus sueños y la insignificancia de las miradas. Caminó confiando en sus pensamientos y en su verdad; por ello decía que el mundo está a falta de verdad.
Quien un día la rechazó, en un futuro no muy lejano, abrazó su amistad.