Eamon McMahon era un hombre sin futuro, alguien que no tenía nada que perder, ni siquiera el alma. Años atrás, las tropas inglesas lo habían convertido en un auténtico monstruo que solo entendía de odio y rencor. Pero iba a hacérselo pagar al Teniente Coronel George Philip Beckett, el viejo conocería el sufrimiento de primera mano, él se encargaría de cumplir la ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente.
Rose Beckett era la hija predilecta de su enemigo, un dechado de virtudes: bella, paciente, educada y honrada. ¡Cuánto disfrutaría cuando la muchacha cayera en sus manos! La moldearía como el barro, sometiéndola a sus caprichos, convirtiéndola en la mayor de las putas, no habría irlandés que no la conociera en el sentido más bíblico de la palabra, iba a romperla igual que habían hecho con él.
Llevaba tiempo trazando de manera concienzuda su maquiavélico plan, cuidando hasta el último detalle, sin embargo, algo escapó de su control: la hija del viejo militar era una mujer muy diferente, alguien que el infame irlandés no esperaba.