La atmósfera nos hablaría de ambientes arquitectónicos en los que la materialidad, o la consciencia de materialidad, pasan a un segundo plano para que el protagonismo del espacio lo recupere el visitante-espectador a través de sus experiencias y acciones, las interacciones y las sensaciones que experimentan. Los espacios atmosféricos se presentarían como realidades en las que la envoltura física que los envuelve se desvanece en beneficio del fenómeno, configurándose en mera información, una sucesión de efectos que una vez manipulados transmiten sensaciones al visitante-espectador. La materialidad es entendida como diálogo directo y volátil con el sujeto, trascendiendo de su condición objetual en búsqueda de lo etéreo a través de la combinación de efectos sensoriales. La atmósfera haría del aire su material de trabajo, y su objetivo sería la reconquista del espacio como campo de trabajo para la arquitectura creando espectáculos espaciales con los que alcanzar un estado de empatía entre sujeto y espacio, por el que surge un diálogo fenomenológico entre ambos en el que hay cabida para la subjetividad. La atmósfera se nos desplegaría fundamentalmente desde cinco enfoques diferentes con los que descubriremos las razones por las se nos aparece de forma transparente, homogénea, fragmentada, fluida y relativa. La atmósfera tendería a lo inmaterial, a lo transparente. Rehuiría de lo monumental, de lo unívoco y totalitario, presentando estructuras fragmentadas. Sería ubicua y de relaciones basadas en la homogeneidad. Estaría ligada al movimiento y lo inestable, y no presentaría barreras a la fluidez. Sus estructuras rehuirían de lo fijo o lo absoluto, para disfrutar de una condición relativa en cuanto a su escala, forma o programa. La atmósfera vendría estimulada desde el avance imparable de las nuevas tecnologías y medios de comunicación, que no solo nos auxilian en las labores diarias si no que están haciendo mutar radicalmente nuestras formas de vivir y de relacionarnos socialmente, pero también nuestra manera de pensar, de procesar y producir en general, e incluso a la hora de proyectar arquitectura. Estamos inmersos en atmósferas, entremezclándonos con ellas, impregnándonos en ellas, nos moveríamos a través de ellas. Un contexto etéreo y abstracto en el que el hombre como protagonista habita, explora, comparte y experimenta un espacio arquitectónico atmosférico inmaterial y de apariencia etérea.
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