El actual laberinto político catalán requiere que todas las fuerzas políticas, sin renunciar a sus postulados tradicionales, sean capaces de hacer ciertas concesiones a sus líneas y llegar a consensos que permitan salir de las redes en las que llevan atrapados desde hace demasiado tiempo. Esto pasa por la reconstrucción de un catalanismo equilibrado, que no solo pueda responder a las necesidades concretas de un país y de una sociedad, sino que también sea capaz de cohesionar e integrar diferentes sensibilidades. Un proyecto así debe ser abierto, dinámico y plural, llamado a tejer nuevas indumentarias con el objetivo de reunir a quien quiera a él sumarse. Sin olvidar ni un solo instante que hay que gobernar para la gente y, en especial, para aquellas personas que más sufren las desigualdades e injusticias sociales.