En la historia de Colombia no es necesario recurrir a leyendas fantásticas ni a imaginarios, quimeras o bestiarios para cubrirnos de asombro ante los malabarismos de la selva sino que basta observar la realidad cotidiana para comprender que en esta república de tantas geografías y gentes dispersas y diversas, vegetan y florecen las nueces del delirio y los ingenios de realidades fantasiosas y de pasiones contrahechas. En esta Colombia ejemplar, vegetan quienes suponen que el cohecho es delito de uno, que la traición a la patria elige presidentes, que el robo millonario a seres indefensos hace magistrados, que la expropiación de tierras eleva a sus promotores a niveles ministeriales, que la compra y venta de votos hace congresistas y que el crimen tiene inmunidad cuando se trata de familias poderosas. Media Colombia sabe que el fundamento de la democracia no reside en las instituciones ni en la participación popular sino en las armas, y que las bancarrotas son verdaderas obras de arte de honestos financistas.