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Cuando la mente obedece a la claridad

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¿Cómo hago para saber qué hacer si supuestamente no soy lo que siempre creí ser?

No se preocupe por saber qué hacer. Los niños jamás saben qué hacer. Sin embargo, hacen. No solo eso, sino que son absolutamente espontáneos y naturales, «brillan» en su acción. Siempre puede no hacer nada. Saber qué hacer no tiene que ver ni con la memoria ni con las experiencias del pasado. Está relacionado con la posibilidad de conectarnos con nuestra fuente, con nuestro corazón. Dentro de usted hay una fuente inagotable de saber a su disposición todo el tiempo, que acaba por develársele cuando abandona la dualidad que genera decidir qué hacer. Las repercusiones sociales, cuando no hacemos lo que supuestamente deberíamos, causan daños muchas veces irreparables en la confianza que uno pueda tener en sí mismo para encontrar este saber. Y andamos por la vida acarreando estos bagajes milenarios en forma de miedos. «Los famosos mandatos». De quiénes debemos ser, de cuáles serían las decisiones que deberíamos tomar acorde con quiénes nos enseñaron a ser.

¿Por qué deberíamos obedecer a los mandatos sin cuestionarlos? ¿De qué sirven? Los mandatos obedecen a una especie de orden que, generalmente, es, no solo rígido, sino que restringe casi al 100 %, la capacidad de responder de manera creativa y nueva ante la belleza que se manifiesta en la vida cotidiana. La existencia es un constante florecimiento, digno de ser apreciado, disfrutado y vivenciado plenamente. El mandato es el principal «destructor» de la creatividad y esta, una de las cualidades más importantes que tenemos a disposición en todo momento.