A Hera la vi por primera vez unsábado hacia las seis de la tarde en casa de unos vecinos, los queviven en la segunda planta del número 55 del Paseo del Puerto, en Ciudad delMar. Le pregunté por ella a un antiguo delegado de la Facultad y me respondió con un cuento, La pata de mono. Meses después la conocí en el sótano deun ruinoso palacio reconvertido en museo de los despropósitos, un lugar perdidoentre las callejuelas del Barrio Antiguo. Así se inició y así concluyó unahistoria que, tras lo de Raúl, he decidido explicar porlo que nos ha supuesto a todos. A mis padres, a mis hermanos, al coronel y amí, especialmente a mí. Y es que hay inviernos en mi ciudad que resultan muy duros.
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