Roberto caminaba por la vida, ancho de jolgorios, despreciando cualquier transcendencia e ignorando cualquier tipo de factura que pudiera llegar a su alocada existencia. Siempre creyó que había nacido para cumplir sus deseos, hasta que la muerte de su mejor amigo lo sumergió de lleno en un mundo de sombras y de espíritus vengativos que lo utilizaron para desquitarse de lejanos acontecimientos.
Una maldición gitana le hizo tomar conciencia de que nada era como él creía y ahora se da cuenta de que forma parte de los corazones de la gente a la que quiere, incluso sin saber de ellos y se ve inmerso en una lucha para unir los pedazos de almas rotas en el tiempo que le harán sentir de nuevo la cálida caricia del sol.