LA SEÑORA DE WINTER SOY YO

Hace ya casi dos mil años que se escribió algo llamado Kama-sutra, y también con todas las centurias por estrenar, que nuestros ancestros de las cavernas, tan parcos en palabras pero tan convincentes en las pinturas que nos legaron, redactaron, entre cacería y cacería, el prólogo a ese magnífico manual de sabiduría hindú con escenas de orgías, ménages à trois, prácticas orales, concúbito entre varones, idilios sáficos, y cuadros de un voyeurismo más arcádico que parafílico sin sombra de pecado ni remordimientos. Los armarios, como argumentará Gemma Artasu, serán posteriores, y con ellos la mentira y los enredos del habla. Acompañados de escritores como Giacomo Leopardi, Joseph Conrad, Josep Palau i Fabre, Chesterton o Cesare Pavese, y también de médicos que han escrito mucho como Sigmund Freud, comprenderemos porqué el filósofo francés Montaigne manifestaba que la verdad no siempre es posible, y que unos tres siglos más tarde, el intuitivo e inevitablemente psicótico filósofo alemán Friedrich Nietzsche añadiera que las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son. Asimismo nos dejaremos cortejar por cineastas como Billy Wilder o Alfred Hitchcock, y por personajes de ficción, y de algunos que aspiraron a serlo, como Connie Chatterley, la señora de Winter, Gustav von Aschenbach, Jeff Bailey o Norma Jeane Baker, porque es imposible saber la verdad sobre nadie, y sólo las palabras nos pueden revelar algo de esa verdad. Este ejemplar parecerá que hable de la mentira y el sexo, pero ahondará en otras cosas, quizá más devastadoras, por su sigilo al instalarse en las criaturas que somos y en nuestras múltiples fisuras, y que la propia autora, y para no decepcionar al lector, explica de este modo al inicio de un volumen que se adentrará en nuestras zonas oscuras, y en lo que han dicho otros al hablar de sí mismos a través de terceros inventados, en ese refinado proceso de vacío, disimulo y disfraz que es todo acto creativo:?sin olvidar de mencionar, y a modo de aviso, el inesperado reverso a la imprescindible ironía con la que hemos intentado atender a los dos temas que nos ocupan, un no sé qué agridulce que se ha colado ajeno a nuestras intenciones y se ha instalado en estas páginas, y sin saber muy bien cómo ni porqué, finalmente el olvido, la muerte y el paso del tiempo han suplantado con mucha distinción a dos de los nutritivos bulbos que mejor los sustentan: la mentira y el sexo?.