Por tratarse de una parodia ácida y sucia, con lenguaje procaz y a menudo irreverente, cuando no, irritante, o por transcurrir en una ciudad provinciana de Inglaterra, Las bondades de un asesino de inmediato nos recuerda las magníficas comedias cinematográficas de Guy Ritchie y Danny Boyle. Sin embargo, esta novela encierra en su final una melancólica paradoja que como poco la enraízan en el mejor humorismo español, por chocante que pueda resultar esta afirmación.
Tal es así que Las bondades de un asesino es una apuesta por actualizar los mecanismos del humor desde la más sórdida y destartalada actualidad.