La relación entre madres e hijas está marcada, con frecuencia sospechosa, por la dificultad, el desencuentro o el dolor. Madres e hijas parecemos estar condenadas a no entendernos. ¿Por qué subyace tanta tensión entre nosotras? ¿Por qué es tan común que este lazo sea tan complejo y, en ocasiones, tan perjudicial? ¿De verdad somos todas tan iguales? ¿Por qué, sin embargo, la figura paterna suele percibirse de manera más amable?
Si ellas tienen que lidiar con el odioso cliché de la mala madre, nosotras hemos de hacerlo con el de mala hija. Quizá haya llegado la hora de empezar a cuestionarse cuánto hay de verdadero en esto y cuánto de ambiental. Igual ya es hora de dejar de sentirse hijas despiadadas, egoístas u olvidadizas. Hijas horribles.
En este libro, la escritora y periodista Blanca Lacasa trata de resolver el enigma que parece rodear este vínculo y lo hace hablando con expertas, acudiendo a teóricas o echando mano de la cultura popular, pero sobre todo, preguntando y escuchando a mujeres para que cuenten sus experiencias.
ACERCA DE LA AUTORA
A Blanca Lacasa le chifla la ensaladilla rusa, pero detesta el huevo duro. Con esto estaría todo dicho. O casi. Como periodista, ha colaborado en numerosos medios escritos que sería aburrido e innecesario enumerar. También ha hecho radio (La flaneadora en la desaparecida M21). En su faceta de escritora, tiene editados un buen puñado de libros para niños (Ni guau ni miau, El secreto de Abelardo, ¡Ey! Esta es mi casa, ¡Ey! Este es mi colega, entre otros). En algún momento, cantó en un grupo (Plastic d’amour). Si hay algo de lo que no se cansa es de caminar —actividad que desgraciadamente para ella no está profesionalizada—, de ver películas, de hacer listas y de curiosear.
Nerea
10/4/2024
Librazo!! Un ensayo exhaustivo sobre la maternidad y la hijidad, absolutamente necesario para dejar de culparnos mutuamente y procesar el dolor impuesto, al poder entender las causas sociales sabemos que no es un problema individual. ¡Mil gracias!
Luz
28/2/2024
El libro me ha parecido muy ilustrativo y muy interesante pero, teniendo por edad estatus de madre, me he sentido mucho más identificada con las vivencias de las hijas. No hay que olvidar que las mujeres de mi generación (años 60-70 del S. XX) rompimos, en parte, el techo de cristal y nos incorporamos al mundo de la formación y del trabajo. Todas mis compañeras y mis amigas, con las que coincido en edad, han sido profesionales en diferentes campos y, salvo excepciones muy minoritarias, la maternidad nunca ha sido su destino personal ni profesional. En todo caso, nuestro principal problema fue conciliar nuestras tareas profesionales con las tareas maternales y domésticas.
Para dejar una reseña, necesitas descargar la aplicación