La historia de los condenados de San Ignacio se centra en la muerte de Toribio Santos Aguirre, un parroquiano desalmado del pueblo, carpintero en la fábrica de muebles, siempre bien dispuesto a amedrentar y ningunear a los lugareños y compañeros, con su estampa de gaucho malo, lo que hace razonar al pueblo, la infaltable pregunta sobre el pecado y la culpabilidad. El sufrimiento es constante si se pone como referencia a la pregunta, pero, no siempre el mal dura eternamente. En circunstancia poco clara, la muerte alcanza a Toribio en un bosquecillo. Así como el mal moral atraviesa al sufrimiento, el reproche empuja al juicio de condenación. Luego de ser sometido al requerimiento de coherencia lógica, la gente rechaza el vínculo con la muerte natural y cristiana. Allí empieza una serie de sucesos antinaturales, que provocan a los moradores a razonamientos orientados hacia la metafísica, sometiéndolos a un destino inevitable.