Desde la Guerra Civil hasta la actualidad se ha creado un extendido mito en torno a las milicianas, esas mujeres jóvenes con mono azul y pistola al cinto que en el verano del 36 se marcharon a los frentes a defender la República entre un aura de romanticismo y mística revolucionaria. Mujeres que despertaron gran revuelo en las trincheras por su condición femenina y su actitud desafiante ante unos hombres que las vieron en su mayoría como rivales, objetos de deseo o bellezas perturbadoras, y los menos como colegas fraternales. A lo largo de los últimos ochenta años, distintos testigos, escritores o cineastas las han recordado como iconos de mujeres modernas que rompieron tabúes, recreaciones que han contribuido a construir la imagen de estas mujeres combatientes. Pero no siempre la mitificación se corresponde con la realidad.