Marcelo Rizzi nos invita a dar saltos en el tiempo y detener el conocimiento para aprehender un tiempo muerto. Propone alejarnos del mundo para luego insertar, en el ámbito de la vida práctica, el valor scheleriano de las cosas en sí mismas, el cual a posteriori y paradójicamente, nos enlaza emocionalmente a la naturaleza y a la ontología de la luz en todo lo real: "Sumergimos los dedos en aceite de motor/ quemado, y vemos finalmente a través/ de la pared y las rendijas". Epifanías como señales de múltiples fuentes afectivas, replican y hasta nos dejan palpar los orígenes del primer día y su noche, no sin advertirnos: "Honrarás tu ausencia, tu forma de fugar./ Sentirás que algo te recorre el cuerpo; mirarás y no habrá nada: objetos invisibles".
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