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Teoría general de sistemas y persona : Paradigma, ideología, convivencia

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En la literatura sobre las metodologías de cambio en equipos y organizaciones está extendida la noción de «sistema» para referirse tanto a los equipos como al conjunto de las organizaciones. Esa expresión puede llevarnos a interpretar que los «sistemas humanos» son conjuntos de personas agrupadas entre sí con el objeto de cumplir alguna función –la función del sistema–. Así, cada persona está referida a las demás y al conjunto del sistema. De esta idea se desprenden algunas consecuencias, presentadas a veces a modo de «leyes sistémicas», del tipo: un cambio en alguna persona afecta a todas las demás personas y al conjunto del sistema; y viceversa, un cambio en el sistema afecta a cada una de las personas del sistema y a las relaciones entre ellas. Si estas leyes, y otras semejantes, resultaran ser ciertas, estaríamos ante un saber universal acerca de cómo funcionan los distintos «sistemas humanos», lo que nos permitiría desarrollar una herramienta para diagnosticar cada sistema y para diseñar un proyecto de transformación con el que acompañar al sistema desde su situación actual a otra mejor. Este planteamiento resulta sin duda atractivo.

Por otro lado, no es un planteamiento nuevo, sino que ha sido ya ensayado en la filosofía, la sociología y la práctica política del siglo XIX y de principios del siglo XX. Esos ensayos han sido acusados de deshumanizadores por reducir a la persona a rol o función y por ofrecer una imagen de la sociedad similar a la de una gran máquina –mecanicismo– o a un gran organismo biológico –organicismo–. En esta investigación repasamos la noción de sistema y el uso que de ella hacen los teóricos de sistemas para hablar de los «sistemas humanos». Al constatar que ese planteamiento puede llevarnos a un reduccionismo de la realidad del hombre y sus relaciones, por cosificarlos y reducirlos a formulaciones matemáticas o lógico–ideales, decidimos ensayar una nueva aproximación a la noción de sistema desde un planteamiento más fenomenológico–existencial, supuesta la estructura dialógica de la persona, que nos permita entender con mayor precisión a qué podemos llamar «sistemas humanos», en la medida en que posibiliten el desarrollo pleno de la persona en sociedad.