Una carta a su madre, muerta en plena juventud, abre este volumen de relatos en los que Rosa María Sardà da vida a todo un conjunto de personajes que conforman una galería viva y bulliciosa.
Maria y Pep, sus abuelos, originales, estirpe de cómicos desde antes de la guerra, eran los primeros actores de una compañía itinerante, aunque, si era necesario, pintaban hasta los decorados. Cuando no viajan, viven en un casita humilde cerca de una fábrica de cemento, el número 8 de una peculiar galería de vecinos, ruidosa, llena de dimes y diretes pero transparente y solidaria. Puertas abiertas, gritos de aquí, excursiones para allá.
La nieta, Rosa Maria, que los visita durante los veranos, encuentra en estos abuelos y en el pintoresco vecindario, la calidez que la acompañará mientras crezca, la calidez de un mundo lleno de viveza, espontaneidad, donde la miseria de la dura posguerra no entela la alegría y la vida. Un mundo donde el simple hecho de seguir vivo ya es una victoria.
Con un estilo directo y vivo, desde la nostalgia y la ironía, Rosa María Sardà recrea un mundo perdido, el de las vivencias y las personas que añoramos una vez nuestra vida está cumplida. Un puñado de recuerdos con catástrofes, incidentes, vacaciones, bodas y muertes. Las voces entrañables de los conocidos, amigos o familia querida, que sobreviven con nosotros a pesar de todo. Unas muertes que ella transforma en retales de vida.
Angeles
3/8/2021
Creo que este fue un libro escrito con la urgencia de dejar un testimonio del legado recibido de sus antepasados, para que sus descendientes tuvieran constancia de ello. Se lee fácilmente por el tono humorístico que la caracterizaba, Aunque no hay que olvidar que antes de la comedia en la televisión y el cine, esta maravillosa artista fue actriz teatral donde trabajó su vis dramática.
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