A pesar de ser la mayor de sus hermanos, entre los planes de Elizabeth no encajaba un matrimonio inminente. Tenía claro que, a largo plazo, era lo lógico para una mujer de su clase, y en ese siglo, pero, al igual que estaba convencida de ello, también sabía que nunca se casaría por amor. Había presenciado el sufrimiento de su madre tras la muerte de su padre, y se juró a sí misma que jamás se enamoraría.
Con lo que no contaba, era con los tejemanejes de su abuelo.
De la noche a la mañana su futuro la situó lejos de Londres para casarse con… ¿el duque de Peachwood?
Un hombre que, desde el fallecimiento de su esposa e hijo, en extrañas circunstancias, no había vuelto a aparecer en sociedad. Se había recluido en el campo y no se relacionaba con nadie.
Su única obsesión, según los cotilleos de los salones londinenses, eran los melocotoneros que tenía en su invernadero.
Rosa
7/8/2024
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Marta
7/8/2024
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Mari
5/8/2024
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