De qué sirve culpar al Gato Negro, al escritor o al lector del obrar del destino, si no podemos escapar de él, así como no puedo escapar de su mirada, su sonrisa, sus besos.
Su todo.
Sabrina capturó mi alma aquella noche, encerrándola en una celda de pasión, obligada a permanecer allí, bajo el resguardo de una cerradura tan fuerte como las palabras grabadas sobre ella:
Te amo.
La oportunidad de escapar, de resonar lejos de aquella vega de incertidumbres se hizo presente. ¿Acaso es de valientes huir? Aunque decidiera partir, ella seguiría a mi lado por siempre.
Antonio.