Un profesor universitario, sometido a las carencias de una sociedad derruida por la instrumentalización de una ideología política que acabó con la economía, sobre todo en la rica zona petrolera donde se ambientan los hechos, sobrevive gracias a la caridad de algunos vecinos y a la compañía que le brinda su fiel perro. Este es el núcleo narrativo del que se sirve Martha Durán para explorar las peculiaridades de la soledad, el hastío del amor y el rebajamiento de cualquier expectativa de vida en un mundo que ha involucionado hasta estadios premordenos, apocalípticos, en el que mantenerse respirando resulta una hazaña cotidiana. Se trata de una novela en la que, pese a la pérdida del sentido colectivo de una existencia coherente, aún puede atisbarse el deseo de sacar provecho a las mínimas porosidades que, contra todo, esa extrema realidad posibilita: la sorda resiliencia como recurso ante la barbarie, el enfrentamiento del caos a través de la literatura y, en general, del arte.