El autor se ufana de su propia edad, contemplando el mundo con la mirada límpida que dan los años, desprendido de todo, excepto de su enorme capacidad de gozo, de asombro, y del cariñoso esmero con que plasma la belleza del instante.
Hablar de su poesía es hablar del espíritu de la poesía oriental y, especialmente, de la coreana. No es que haya intentado expresar el alma prototípica del pueblo coreano, sino que él mismo es un arquetipo del alma noble tradicional del Reino de la Calma Matinal.