Una foto tomada instantes después del estallido de una de las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, en 1945, fue la imagen que captó la atención de Ileana Mulet y constituyó el punto de partida para la escritura de este poemario: «un cielo blanco con estarcidos, como si del cielo bajara polen».
Por momentos lacónica, vivencial, con irrupción de «fogonazos» contundentes, esta poesía alude a temas como el amor («si amar fuera dejar atrás el infierno»), la esperanza («cuando nadie te puede ayudar»), la soledad («no hay nada más triste que sentirse solo»), la ausencia («huyen y no logran cruzar las fronteras») o la realidad («el año bisiesto comienza»). La autora visualiza las cosas cotidianas, simples, a través de la espontaneidad, la sinceridad. Como pintora y poeta, al decir de Virgilio López Lemus, Ileana Mulet «quiere intercomunicar dos escenarios (pictórico y lírico) que poseen una misma raíz creativa, una misma intensidad vibratoria, un hechizo que los une: palabra y color hallando sus formas, expresando a la vida…».
Los versos ágiles, precisos y cortantes, sin falsas metáforas o adornos innecesarios, poseen una fuerza telúrica, existencial, donde lo aparentemente insignificante se transmuta en trascendente. «Estos textos conspirativos de Ileana Mulet son relámpagos durante una tormenta, que se mueven hacia infinidad de lugares en un instante, cortando un cielo que pretende ser compacto, pero que no lo es», expresa la poeta Reina María Rodríguez en el prólogo de Armisticio.