La emparedada (1907) es un relato que se desarrolla en una entorno pseudofantástico, y que tiene por protagonista a una zarina repudiada por el zar y confinada de por vida en un convento. La mujer, así, se encuentra encerrada en una celda con tres ventanas; una de las ventanas mira sobre el techo de una iglesia con su cúpula dorada; la segunda se asoma a un hermoso jardín florido, mientras que la última mira hacia un cementerio. La vida de la mujer transcurre asomándose a las dos primeras ventanas e intentando evitar la tercera.
La historia concluye cuando, por primera vez, se asoma por la ventana que da al cementerio, y abre los brazos al darse cuenta de que «la libertad está allí».
Las tres ventanas simbolizan las únicas opciones disponibles para las mujeres que sufren el peso de la discriminación y el acoso en la sociedad de la época, así como la imposibilidad de tomar decisiones y controlar su propia vida.
La primera ventana simboliza la opción a una vida recluida en la fe religiosa y la Iglesia, promovidos culturalmente por el sistema educativo dominante.
La segunda ventana evoca los ideales de feminidad que asocian a las mujeres con la naturaleza y la belleza. La mujer destinada a embellecer y cuidar de la casa.
Por último, encontramos la tercera ventana como única opción para las mujeres que se rebelan contra el orden establecido, o que son rechazadas por este, como es el caso de la protagonista.
La emparedada es un cuento que combina elementos de realismo y simbolismo, y que reflexiona sobre temas como la soledad, la libertad y la discriminación de género.