"El cerebro del enterrador giraba en un torbellino con la rapidez del movimiento que estaba contemplando y las piernas se le tambaleaban mientras los espíritus volaban delante de sus ojos, hasta que el duende rey, lanzándose repentinamente hacia él, le puso una mano en el cuello y se hundió con él en la tierra."
Gabriel Grubb no era un hombre alegre. Era un hombre solitario, de humor agrio y vista venenosa, tal que con solo mirarlo, uno quedaría con el alma helada. Gabriel odiaba la alegría, y nochebuena era la máxima expresión de lo que él no podía soportar. Para alejarse de las risas, cantos y chistes de los niños del pueblo, que salían a celebrar esta ocasión de amor familiar y amistades, se fue a su santuario. El cementerio, el lugar donde los cuerpos van a descansar, callados para siempre, es donde Gabriel encontraba tranquilidad, y acompañado de su pala y su botella de mimbre, se puso a trabajar.
Nunca hubiese esperado encontrarse a un duende sentado a su lado, y con lo que dicho duende tenía planeado, sería por siempre un hombre cambiado.
Reconocido como uno de los mejores escritores de la era Victoriana, Charles Dickens es recordado por sus personajes icónicos, desde el pequeño e inocente Oliver Twist a el viejo y amargado Ebenezer Scrooge. Sus cuentos han sido adaptados a la pantalla grande incontables veces, y son leídos alrededor del mundo hasta el día de hoy. Gozó de una popularidad inmensa mientras vivía, y los más grandes escritores del siglo XX alabaron su estilo realista y cómico, sus personajes extravagantes y su crítica social.