Ese concepto de diálogo entre saberes que nos proponen los editores, encierra un profundo contenido humano y epistémico. Se dialoga entre los hombres como iguales, en común, para conocer, para compartir colaborando, para modificar nuestras propias razones y repensar otras, para convencernos de nuestros convencimientos o para acentuar nuestras diferencias. Es "yo y nosotros" a la vez, dado que, con el diálogo, el hombre discursea con otros hombres para socializar el objetivo común de la convivencia. Negamos que con el diálogo se aborte el debate. Todo lo contrario, afirmamos que se ensambla el requisito humano en la condición social. No hay hombre sin diálogo en sociedad, así como no hay mejora social sin debate.
La metáfora de que los conocimientos se hablan entre sí, no es una licencia literaria, sino una necesidad científica para satisfacer mejor su aceptabilidad social, que ve el diálogo como condición existencial. Por ello, la contabilidad es "la cuenta" y mantiene un diálogo con la lógica y las matemáticas; y es también "el cuento" y puede entablar conversaciones con la historia, la antropología, la sociología, el derecho, la teoría de la organización, la lingüística, la filosofía, la ética y la economía política. Entendemos que, si la contabilidad no dialogara con las humanidades que integra, sería un algoritmo pericial, una rutina del saber-hacer tecnorracional, un soliloquio técnico encriptado en un grupo de sabios tecnócratas, una técnica como la metalurgia o la vacunación, necesaria sí, pero incapaz de la condición comprensiva que es imprescindible para poder avanzar en el conocimiento.