"Morandini tiene el rostro encendido, su corazón se agita como la vez que salvó al capitán Fiodor Ivánovich de morir entre las llamas. El buque ruge, su proa hiere el lecho del río, el Paraná atestigua la poderosa fuerza de su motor. Avanza, el buque avanza y por momento gana el canal y se encajona entre las boyas que pestañean en su vigilia eterna. Arriba, en el cielo, un suindá emite su grito alegórico y se pierde en la noche llevándose toda su agüería".
Fragmento extraído de uno de los capítulos de la novela donde la realidad se confabula con el deseo íntimo de su protagonista, quien se deja conducir hacia rumbos desconocidos. Sin embargo, aún en medio de este panorama descarriado y fluvial, logra poner Proa hacia el mar.