Una mirada exhaustiva a los procesos de turistificación que se han desarrollado
en los últimos años, tanto en América Latina como en otros lugares
del mundo convertidos en focos de atracción turística, nos lleva irremediablemente
a vincularlos al patrimonio cultural. Turismo y patrimonio se han
transformado de manera paralela e imbricada, afectándose mutuamente, de
modo que en la actualidad resulta difícil entender la tríada "turismo, patrimonio
y cultura" sin tener en cuenta la interrelación existente entre ellos.
De todos es conocido que el turismo se ha industrializado pasando a
ser uno de los sectores económicos más influyentes a nivel internacional.
Entre los efectos de su industrialización se observa cómo se ha extendido
socialmente, haciéndose asequible a los diferentes sectores de la sociedad,
clases sociales, niveles socioeducativos y colectivos agrupados por intereses
distintos (afición al deporte, prácticas religiosas, gusto por la naturaleza, etc.).
Los cambios en el turismo devienen de su adaptación a las nuevas exigencias
del mercado, al variar y ampliarse el perfil tanto del turista como de sus demandas.
Los agentes y empresas turísticas han ido asumiendo nuevas formas
de reorientar la actividad turística (más allá del turismo de descanso, sol y
playa) y han incorporado diferentes destinos y propuestas: turismo cultural,
turismo rural, turismo deportivo, turismo religioso, etnoturismo, etc., que
en ocasiones no tienen por qué ser excluyentes. De modo que el turismo se
ha diversificado de acuerdo con los intereses que van surgiendo. En todo
ello han sido fundamentales la difusión a través de los mass media y el uso
de las tecnologías de la información y las comunicaciones (tic).