Pese a la diversidad proyectada por la complejidad de estas relaciones, esta producción pareciera oponerse a todo imperativo de carácter trascendentalmente puritano; reniega de cualquier formalismo que resalte la pureza de los medios por sobre la crudeza del objeto denotado o connotado; en síntesis, privilegia la crudeza imaginaria de los hechos por sobre las mediaciones retraídas de las formas o de los juegos deudores de la estética clásica o modernista. En Chile, los formalismos, a nivel estético, nunca han sido decisivos a la hora de determinar las características culturales del país. Adolecen de una falta de frontalidad y crudeza propias de una sociedad y cultura carente de tradición monumental y abierta a los estímulos de una realidad permeable a los influjos constantes desplegados por el contexto internacional. Las obras de Juan Pablo Langlois, Patrick Hamilton, Gonzalo Díaz, Eugenio Téllez, Claudio Correa y Andrea Goic, seleccionadas en Juegos de Guerra, participan de una necesaria estética de la frontalidad, implementada en conciencia respecto de las mediaciones específicas del arte; reafirman que la crudeza del discurso estético requiere de una vuelta imperativa a los desacreditados poderes de lo objetivo y referencial; la severidad de lo real supone su mediación. La crudeza en materias estéticas oscila entre el objeto y su mediación. Toda mirada periférica es objetiva (nítida y perfilada) y turbia a la vez.