Se estaba gestando otra ola de emigración, esta vez a la
capital del Reino Unido. Desde 1970, los primeros llegaron
convencidos y a veces engañados con las posibles ventajas
de conseguir empleo en la gran urbe, desconocida pero prometedora
porque se les garantizaba un ingreso en una de
las monedas más fuertes, sin tropiezos y garantizando una
estabilidad laboral.
Luis Fernando abandonaba su ciudad natal en la región del
oro colombiano, la del mejor café del mundo, abordando un
avión por primera vez, convencido de que, dejando una vida
tormentosa, encontraría la tranquilidad. Él se sitúa hábilmente
entre los dos mundos que encuentra al llegar, aturdido en
la mitad de un sorprendente invierno: una cultura de respeto
y transparencia y la suya, en una pequeña pero activa
comunidad de coterráneos. Su vida cambia igual que la del
creciente grupo de latinos radicados en esa parte del mundo,
en la que en algún momento se filtra el narcotráfico hacia la,
hasta entonces, obediente comunidad.