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Escritos

e-kirja


Si no se me quiere reconocer ningún logro positivo en esas dos mil páginas de guerra de Die Fackel -un fragmento de lo que me vedaron los obstáculos técnicos y estatales-, en todo caso se me tendrá que acreditar que rechacé sin esfuerzo día a día las asquerosas proposiciones del poder al espíritu: sostener mentira por verdad, injusticia por derecho, y rabia por razón. ¡Pues no hubo valor como el mío, ver al enemigo en posiciones propias! Y a quien no conoció el miedo ante el poder en acción, a él y sólo a él corresponde no tener compasión ninguna ante el poder quebrantado. Y eso que el estado de ánimo con que le hice cara a la de tan alta autoridad subalterna fue siempre a través de toda tristeza, de todo dolor y todo escarnio, una invencible serenidad. Y dar semejante testimonio ya es bastante sacrificio. Pues, ¿dónde podría hallarse una obstinada resistencia más dura que la de tener que reírse cuando uno quisiera salir corriendo a sollozar en el último bosque, al que no se haya llegado a fumigar todavía este destino organizado?, ¿que la de mantenerse incapaz de creer en la gloria de una gloria que paseaba por un mundo vuelto hambre, miseria, andrajos y piojos con sus laureles en la mochila?, ¡dónde más que en sostenerse en el sitio, rodeado de un complot miserable de matarifes y mangantes que emborrachaban a un pueblo invitándola a hacer honor de un vino de batalla hasta darle golletazo, y que se lo daba para desplumarlo!