La fiesta es aún peor de lo que esperaban, así que tanto Leyre como Diana abandonan pronto el reencuentro de su antigua promoción del instituto. Apenas se conocieron en esos años pero, hartas de la explosión de nostalgia noventera, ambas encuentran en la necesidad de compartir taxi una excusa para no dar por terminada la noche.
Sin rumbo ni intenciones fijas, acaban deambulando en busca de algún deus ex machina que les permita creer que el presente no está tan lejos del futuro idílico que les prometieron y que, a sus cuarenta y algo, se les sigue escapando.
Escrita a pie de escena a partir de un taller con sus intérpretes, Esta sí tenemos que bailarla de Nando López es una obra de teatro tragicómica y canalla en la que dos mujeres intentan huir de sí mismas durante las horas que contiene una noche. Una comedia ácida llena de ritmo —de fondo resuena el eco de las canciones de Raffaella Carrà—, diálogos punzantes y momentos que van de lo íntimo a lo explosivo. Un viaje a través de bares y carreteras cinéfilas en el que sus dos protagonistas comparten madrugada a vueltas con sus dudas y sus ganas de vivirlo —y bebérselo— todo.