Oscar Wilde sostenía que los libros de memorias suelen estar escritos por dos clases de personas: las que tienen muy mala memoria o las que no han hecho nada digno de recordarse. Cumplo ambos requisitos. Estoy sin duda en el segundo grupo y cada día me aproximo más al primero, a pesar de la infalible memoria de la que antes solía tener fama (con perdón de lo dicho por Borges en la primera página de "Funes el memorioso"... Estas páginas recorren setenta años de mi vida. Pasan por allí historias familiares, el colegio, la Facultad de Derecho y las escuelas de Bellas Artes, tantos amigos recogidos en esos u otros campos, la actividad profesional y, por supuesto, la evolución política y social: desde los vagos recuerdos de los bombardeos del 16 de junio de 1955 hasta el actual Gobierno, pasando por las presidencias de Frondizi e Illia, los golpes militares, el regreso de Perón y la restauración democrática desde 1983. Se integran también recuerdos referidos a la familia que formamos con José y a mi vida espiritual, que obviamente ha penetrado todos los otros aspectos.