Pocas obras tuvieron en la antigüedad tardía un éxito editorial semejante a la célebre Vida de San Antonio. Con su escrito, el obispo de Alejandría abrió de par en par las puertas de la Iglesia al nuevo movimiento, que reconoció de forma implícita como ciertamente inspirado por el Espíritu Santo. Legándonos, además, lo que me atrevo a denominar: "la carta fundacional" del monacato cristiano.
Atanasio dictó su obra en griego, pero es muy probable que casi de inmediato la hiciera traducir al latín, a fin de poder enviarla a quienes se la habían solicitado durante su primer exilio, en Tréveris.