En la primera parte de Cuentos con y sin pintores, hay un pintor ciego que tantea a la modelo para estampar sobre la tela los trazos de la pasiĂłn; estĂĄ el condenado al milagro de encontrar en la meticulosa realidad cada obra que proyectaba crear; estĂĄn los pentimentos de la pintura de un muerto que afloran paso a paso como orĂĄculos; estĂĄn unas pinturas que anuncian el renacimiento de las artes plĂĄsticas merced a la atenciĂłn centrada sobre ese paria olvidado que es el espectador; estĂĄn unas miserables pacotillas pintarrajeadas mecĂĄnicamente entronizadas como arquetipos en el templo platĂłnico del arte.
Las variadas historias de estos pintores borronean un manifiesto artĂstico exacerbado que inspira al resto de los cuentos "sin pintores" que completan este volumen, donde el humor, el desasosiego y la compasiĂłn que modelan la narrativa de Enrique Butti alcanzan una expresividad estremecedora.