El nombre estå por todas partes, en los informes, en las conversaciones. Aparece cuando se habla de Argentina, Chile o Uruguay en los setenta, o de México o Colombia hoy; o si miramos atrås y lejos y pensamos en la guerra civil española o en el gulag ruso en los treinta, o en la Alemania nazi de los cuarenta, o en la Argelia colonial de los sesenta, o en la Camboya de los jemeres rojos en los setenta, o en Bosnia, en la guerra de los noventa. Por todas partes, en efecto, donde hubo lo que llamamos hoy "graves vulneraciones de los derechos humanos", aparece la palabra.
TambiĂ©n aparece en otros lugares de menor densidad polĂtica, muy presentes cuando de sufrimiento se trata: las islas de Lesbos o de Lampedusa, mejor, en el mar que lleva hasta ellas, un MediterrĂĄneo convertido en fosa para miles de desplazados, fugados, refugiados, sujetos sin nombre; o entre los nombrados como homeless o SDF, sujetos oscuros, invisibles, sujetos sin; y en el ancho territorio mĂĄs allĂĄ de la verja de Melilla; o en el desierto de Arizona para los que buscan pasar al otro lado; o en las fosas repartidas por todo MĂ©xico para los que desean alcanzar el promisorio norte; o en los lugares de trata de cuerpos de mujeres; o en las fosas en las que yacen sus despojos, malmuertos, en Argentina, en Portugal, en MĂ©xico, en ChequiaâŠ