A decir verdad, no conozco la opiniĂłn calificada de los profesionales en los asuntos de la mente âpsicĂłlogos, psicoanalistas o psiquiatrasâ, pero me incluyo entre aquellos que consideran que, en ocasiones, se presentan momentos en la vida diaria y tambiĂ©n en la profesional, en los cuales es conveniente efectuar un alto en el camino.
En lo que respecta a la trayectoria profesional, a veces se impone la necesidad de aligerar la ansiedad de avanzar por nuevos senderos; resulta Ăștil detenerse a reflexionar sobre ciertos frutos cultivados; observar âdesde nuevos ĂĄngulosâ el saber acumulado; descifrar los vacĂos, y resolver las dudas que fueron quedando en la berma del camino; ocuparse de las incertezas que siguen poblando la mente; y procurar, de este modo, apropiarse de un nuevo estilo interpretativo y expositivo que permita continuar por la ruta del conocimiento, con la seguridad y las
certidumbres que provee un saber mĂĄs reposado. Si esta ha sido una costumbre a la que he recurrido en mĂĄs de una ocasiĂłn durante mi trayectoria acadĂ©mica, en los Ășltimos meses he experimentado la misma ansiedad y han sido numerosas las corazonadas y las consideraciones que me han empujado en esta direcciĂłn.
Ocurre que mĂĄs de siete lustros separan el hoy del momento en que di inicio a mi experiencia universitaria. Durante estas dĂ©cadas tuve la fortuna de establecerme en varios paĂses y conocer diferentes culturas, lenguas, sociedades y estilos de vida. No obstante la prodigalidad de experiencias internacionales, el ambiente institucional en el que me he desenvuelto ha sido siempre el mismo: la universidad.