A decir verdad aunque la puesta en escena de cada uno de los principales protagonistas rezuma un profundo psicologismo que en el personaje central acapara lo errático y, patológico, lo que persigue el autor abogado y psicólogo- es plasmar el relato de un caso judicial real, convirtiéndolo en realismo mágico, consciente de que su novelación proporcionará otras claves y respuestas que la realidad oficial no pudo tomar en consideración cuando se celebró el juicio.
Casualmente en el pasado año con ocasión de una entrevista a Ferdinand von Schirach, muy buen novelista de temas como el presente, contestó cuando se le preguntó por la verdad "Solo queda verdad en el arte y en los tribunales", expresión esta última que cabría relacionar con el principio judicial res iudicata pro veritate habetur . Algo que encaja con otra locución del periodista Xavi Ayén: la verdad no está en la realidad, está en las novelas. Por esto el final de la obra viene a ser como un llamamiento al lector atento para que desentrañe lo que ni el autor ni el Presidente del Tribunal parecen ponerse de acuerdo.