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El revés de la nación territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie

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"Colombia luce como un gran rompecabezas, con extensas áreas claramente definidas de influencia de narcotraficantes o grupos armados, y zonas aún en disputa", afirma una crónica de la prensa.

Efectivamente, Colombia aparece como un país fragmentado. Una serie de ejércitos privados, de guerrillas y de grupos paramilitares le disputan al Estado el control territorial. Esta situación no es, sin embargo, novedosa: el Estado colonial no logró nunca imponer su dominio en la totalidad del territorio de lo que hoy constituye Colombia.

Durante los tres siglos de ocupación colonial se consolidó una serie de espacios articulados al proyecto de urbanización, a la producción y al comercio metropolitanos que ocuparon, grosso modo, el eje Norte-Sur de las tres cordilleras y la costa Caribe entre los ríos Sinú y Magdalena. Paralelamente, hubo otro conjunto de zonas que se marginaron de este ordenamiento, debido a razones múltiples, que se presentaron muchas veces de manera simultánea: frentes de resistencia indígena o cimarrona, una extrema dificultad de acceso que las definió en términos de aislamiento, sus características climáticas y naturales y/o la carencia de recursos identificados como interesantes o explotables que las hacían poco atractivas para el poblamiento colonial. Entre estas regiones se pueden contar la Alta Guajira, la Sierra Nevada de Santa Marta, la serranía del Perijá, el Catatumbo y el valle medio del río Magdalena, la serranía de San Lucas, el Alto "Bojayá desnuda el drama de una guerra territorial sin Estado", AFP, 10 de mayo de 2002.