Llora. Hazlo como si no hubiese un mañana y nunca ignores esas ganas de rasgar la serenidad. Siente, sufre y disfruta cada momento, porque el que llora inesperadamente sabe escucharse.
Si en algún poema, canción, verso o línea de este libro sientes que tu vista se empapa, que las lágrimas te hacen cosquillas, no las seques. Le estás siendo honesto al corazón.